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viernes 4 de octubre de 2024

La nueva vida de Sandra Ballesteros en Entre Ríos: de mujer fatal a atender una estación de servicios

Hace 8 años que se mudó a Entre Ríos para hacerse cargo de la estación de servicio de su papá; canta en un grupo de oración y sueña con convertirse en madre.

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Fue una femme fatal en los ‘90 y brilló en cine, teatro y televisión. Sin embargo, hace 8 años entendió que su vida necesitaba un cambio, se alejó del medio y se mudó a Villaguay, Entre Ríos, para hacerse cargo de una estación de servicio que manejaba su papá. En una charla íntima, Sandra Ballesteros cuenta por qué tomó la decisión de despedirse de la actuación, dice que ahora se siente dichosa cantando con un grupo de oración de la Renovación Católica Carismática, y revela un proyecto que la tiene muy feliz: adoptar a un niño o una niña de entre 10 y 15 años.

“Siempre quise ser madre, pero no se daban las condiciones para ahijar”, se sincera. Poco a poco y casi sin darse cuenta, su camino fue tomando otros rumbos y ya en los últimos años aceptaba pocos trabajos como actriz. “Lo último que hice fue una obra muy linda que se llamaba Edipo.com, con Pablo Alarcón, en El Tinglado”, rememora.

La nueva vida de Sandra Ballesteros en Villaguay

-¿Por qué decidiste despedirte de la actriz?

-Internamente sentía que necesitaba otra forma de vida, y que esa otra forma de vida estaba pidiendo desarrollarse. Fue algo tan definitivo que cuando mi papá me contó que había puesto en venta la estación de servicio de Villaguay, le dije casi sin pensarlo que no la vendiera, que yo me iba a hacer cargo. Me preguntó: “¿Estás segura?”. “No”, le respondí, pero era lo que sentía.

-¿Cómo fue ese comenzar de nuevo en Villaguay?

-Fue un gran cambio mudarme de Buenos Aires a Villaguay. Mis padres viven en Entre Ríos desde hace 28 años y yo desde hace 8. Tenía una vida tranquila en Buenos Aires, con otros horarios, otros hábitos y por eso no fue difícil adaptarme a Villaguay, que se desconecta a las 12 del mediodía y no encontrás nada abierto hasta las 5 de la tarde. Todos duermen la siesta aunque yo no me acostumbré. Durante unos años tuve una forma de vida que no me había llevado a los mejores lugares, pero había podido cambiar el chip para tener hábitos más saludables. Y ya no tenía ganas de trabajar como actriz.

“Durante unos años tuve una forma de vida que no me había llevado a los mejores lugares, pero había podido cambiar el chip para tener hábitos más saludables. Y ya no tenía ganas de trabajar como actriz”

-¿Por qué? ¿Sentís que el medio te expulsó?

-No, no tiene nada que ver con el medio sino conmigo. Ya le había dicho chau a la actuación, de alguna manera porque sentía que tenía que ir por otro camino, que necesitaba otros tiempos, otro espacio.

-Hiciste un viaje a India hace algunos años, ¿también ayudó a tomar esa decisión?

-Eso fue en el 2008, muy anterior, pero fue el inicio del cambio; un pedido de pista de mi alma. No necesitaba tanta exposición ni transitar el “hacia afuera”, sino que buscaba trabajar con mi interior. Siempre me interesó hacer servicio, me gusta dar una mano con amor, pero de eso no se vive (ríe). Guiaba grupos de meditación y no me daba un peso porque no me cerraba cobrar. Y en Villaguay el llamado espiritual fue a través de la música, dirijo un coro, monté un vía crucis viviente y un pentecostés con gente del lugar, que no son actores. Hace años que pertenezco a un grupo de oración que se llama Abba Padre en la Iglesia Santa Rosa de Lima, y pertenece a la Renovación Católica Carismática, que es una corriente de la iglesia católica que invoca al Espíritu Santo.

-¿Siempre fuiste creyente?

-Siempre fui muy mística, pero no tenía una religión. Soy bautizada, no quise tomar la comunión por rebeldía aunque siempre creí en algo superior. En India hice miles de kilómetros para encontrar el Sagrado Corazón de Jesús en el mismo templo donde estaba Krishna, y me explotó el corazón. Tenía muchas críticas hasta que entendí que la iglesia tiene todos los problemas de la humanidad porque está hecha por humanos, y somos imperfectos. En ese momento tenía un listado enorme de reproches, pero me abrí a la gracia de la sanación que puede venir solamente de lo alto.

-¿Y estás en pareja?

-Sólo por hoy no (ríe). Vivo con dos perras hermosas y estoy esperando que se dé algo que deseo desde hace mucho tiempo. Estoy en un proceso de adopción, de un niño o niña de entre 10 y 15 años.

-¿Ser mamá siempre fue un deseo o apareció mucho después?

-Sí. Siempre tuve ganas de ser mamá, pero no podía porque mi estado espiritual y emocional no estaban en sintonía. Creo que, de alguna manera, no se daban las condiciones para ahijar. Ahora estoy haciendo talleres de capacitación que da el Registro Único de aspirantes a Guarda con fines de Adopción, donde me anoté hace dos años como familia monoparental postulante. Es un proyecto maravilloso.

-¿Alguna vez extrañás los escenarios y los sets de filmación?

-No. Tengo una vida hermosa, no extraño nada de la actuación y si la extrañara volvería porque nunca dejé de hacer nada que quisiera.

-¿Recibiste propuesta de trabajo como actriz?

-Al principio sí. Y sé que si le pongo energía a eso, puedo volver. Pero por ahora no tengo interés.

Nueva vida

Los días de Sandra Ballesteros pasan en la pequeña ciudad de Villaguay, donde ella misma atiende la YPF del centro, refaccionada casi a nuevo en el 2019. “Y hago servicio, porque si no damos una mano en el mundo en que vivimos, no existimos; quiero que las cosas vayan mejor para todos. Creo muchísimo en Dios, pero Él también cuenta con mis manos y mi honestidad, y si flaqueo le estoy fallando”, reflexiona. Además, tiene una huerta orgánica de la que saca algo todos los días. “Hace mi comida mucho más rica y puedo regalar también. En Buenos Aires era vegana porque podía dedicarle más tiempo y acá empecé a comer carne porque te invitan a un asado y no podés decir que no. Como poco, por respeto a los animales. Y prefiero elegir verduras, frutas y legumbres; en mi heladera la carne es para los perros”, sintetiza. Hija única de Irma y Héctor, Sandra los visita muy a menudo.

-¿Qué recuerdos tenés de Sandra actriz?

-Me gustaba mucho actuar, trabajar en cine, en teatro y no tanto en tele, porque siempre la padecí. Me daba muchos nervios y ansiedad que no hubiera tiempo para estudiar, pero lo hacía porque era un trabajo. Prefería el teatro y recuerdo especialmente la obra Numancia, que hicimos en el Cervantes. Fue magnífico y es uno de los recuerdos más adorados. Y otro que atesoro es la comedia musical Nine, donde tenía un grupo de trabajo hermoso con quienes seguimos reuniéndonos, y entre quienes están Elena Roger, María Roji, Mirtha Wons. También le tengo un cariño especial a Resistiré, una novela que rompió con muchos parámetros, se metió con temas truculentos y fue bastante oscura. Y en cine, por todo lo que generó, recuerdo El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela, una película que viajó mucho más allá de lo que se pensó. Una película símbolo.

-Ahora estás más ligada a la música…

-Con el tiempo, en mi mudanza a Villaguay fui atraída por la música en el grupo de oración. Lo musical siempre estuvo en mi vida. Ahora me interesa la música relacionada a lo devocional. No quiero cantar ninguna otra cosa que no sea para Dios. Es algo que sale de mi corazón. Tampoco soy fanática, escucho otra música, pero cuando canto algo para Dios, me transporto al cielo, y soy feliz y plena.

Fuente: La Nación

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