Rubén Rada brilló con sus canciones sin época, junto a una banda de lujo y compañeros de tantos años en la música. Adriana Varela, Juanse, Julia Zenko y Nahuel Pennisi también dijeron presente en un concierto inolvidable.

Consciente o no, Rada está haciendo un resumen de su vida, y esto va más allá de una mirada retrospectiva de su carrera. Refleja su manera de tomarse el oficio de músico popular con responsabilidad, elegancia y respeto, pero sin perder la alegría.
El concierto titulado Rubén Rada 80 años -cumplidos el 16 de julio pasado- había comenzado con “Aquel payaso”, de su primer disco Rada, en 1969.
Con Los Beatles como inevitable faro, formó parte de la camada de artistas que forjó el candombe beat. Y con el jazz que venía del norte, amplió los márgenes de la world music, sin perder nunca el pulso de su ciudad. Y la muestra cabal es “Montevideo”, esa descripción urbana en modo instrumental.

“Es mi primer Luna Park”, dice Rada a modo de saludo y también paradoja. Suena extraño que sea su debut en el Palacio de los Deportes para un artista que vivió la década del ‘80 y tuvo una gran popularidad en el marco del estallido del rock argentino post Malvinas en nuestro país.
“Este país me dio todo. Me dio amor. Me dio a mis hijos”, agrega mirando a ambos lados del escenario. A su izquierda, la guitarra de Matías.

A su derecha, las voces de Lucila y Julieta. Sostenes musicales y emocionales de un concierto faraónico, junto a una banda de lujo en la que sobresalen dos músicos claves de la escena uruguaya: Lobo Núñez y sus tambores sanguíneos y Gustavo Montemurro y la cuota de modernidad en sus teclados.
Amigos de aquí y allá presentes
En los intervalos, comparten testimonios en tiempo presente de amigos de aquí, allá y todas partes, como Fito Páez, Hugo Fattoruso, Natalia Oreiro, Carlos Vives y un silbado Andrés Calamaro. Y promediando el concierto, anticipa un momento mágico de esos que solo la música puede regalar.

Las imágenes viajan al centro de los ‘80, con Rada y su grupo clásico en el programa de Juan Carlos Mareco. Tocan “Matías, el nuevo embajador”, dedicada a su hijo que lo mira y lo baila en brazos de su madre con su hermana Lucila y entre el público.
De repente, Rubén frena todo y entran el guitarrista Ricardo Lew y el tecladista Ricardo Nolé para versionarla aquí y ahora. Como homenaje eterno a los ausentes físicamente Osvaldo Fattoruso y Beto Satragni. Y con Matías y Lucila sobre el escenario. El arte como máquina del tiempo.

El tramo final es abordo de su pata más latina explorada en los ‘90. El Luna Park se vuelve una gran pista de baile al compás de “Cha-cha, muchacha” y “Muriendo de plena” y el escenario devuelve la postal de un hombre cansado pero feliz. Orgulloso de su obra, de su legado y de su familia. Y recibiendo el aplauso sostenido y la ovación genuina de su público. El mejor regalo posible para un cumpleaños inolvidable.