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viernes 6 de septiembre de 2024

Una mirada desde la alcantarilla. Florencia Lo Re, artista de la fotografía

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Una conversación con la fotógrafa y tallerista de Abrir lo mirado: Florencia Lo Re.

Entrevista Por Belén Zavallo.

“En el suelo, la luz dibuja un espacio en medio de la oscuridad. Ahí entendí que las imágenes se adelantan. Aunque en ese momento vos no estés lista para entenderla, la imagen habla. Eso me parece mágico de la fotografía, su espera latente.”

Hace unos años conocí a Florencia a través de la editorial Aguaviva, tuvimos un cruce que podría pensarse en tonos y en un mismo recorte. Ella iba a hacer la tapa de mi primera novela Las armas y cuando me mandaron la posible imagen, coincidía el paisaje con una foto que yo había sacado (sin el talento de la captación de Florencia, claro) pero había una coincidencia y un mensaje del universo. Su mirada del mundo estaba unida a la mía.

Más adelante fui explorando su obra, su mirada poética y esa búsqueda de la captación de lo que parece tan visible. Florencia inaugura una perspectiva, evoca su historia, recupera incluso la mirada que se desvanece. Un arte tan frecuentemente a mano en la vida de todos, pero que muy pocas personas logran con el brillo único de una artista.

Diálogo con Florencia:

¿Qué es la fotografía para vos?

Es una forma de estar y vincularme con el mundo. Digo que la fotografía me salvó, me dio una herramienta no solo para mirar sino para entrar en la experiencia de vivir de una manera más consciente, y también, ¿por qué no?, más amorosa.

¿Cuándo empezaste a dedicarte como un oficio/arte?

No se exactamente cuando asumí a la fotografía como un oficio. Antes y durante mis primeros acercamientos a ella, pasé por algunas carreras Cs. políticas, sociología, trabajo social, todo lo abandoné! Soy una gran abandónica. Lo único que nunca dejé es de fotografiar, y todo lo que rodea a la fotografía. Este año se cumplen 20 años. Empecé a estudiar el uso de la cámara el año siguiente a la muerte de mi viejo. Claro que ese dato lo concienticé mucho después, mientras hacía las fotos que son parte de Punto Ciego, el fotolibro en el que hablo sobre su ceguera.

¿El fotolibro punto ciego nace a partir de qué emoción?

Justamente, Punto ciego nace desde la necesidad de volver al lugar donde mi viejo vió por última vez. Él se había mudado al campo cuando yo era adolescente, después de separarse de mi vieja. Ahí se deterioró mucho su salud y fue quedándose ciego paulatinamente. Mi hermana y yo, que vivíamos juntas, nos hicimos cargo de su salud, y cuidados, un poco a la distancia y otro poco viajando cada vez que podíamos o ante cada urgencia. Todo en medio de una crisis social galopante, 2001. Fueron años de mucho dolor y oscuridad, crecer de golpe. Pero también, quizás de los mayores aprendizajes de mi vida. Entonces, mi viejo se queda ya completamente ciego, y decidimos traerlo con nosotros. A los pocos meses muere.

Trece años después de su muerte me doy cuenta que nunca había vuelto a ese lugar. En verdad, tomo conciencia gracias a las fotos. Estaba trabajando en Esa luz en la palma (el nombre viene de un poema de Juan Gelman) con las fotos de mi sobrino Salvador, que vivía en la casa de mi infancia. Al cerrar este trabajo, empezaron a aparecer unas imágenes en otro registro, que me contactaban con algo bastante más denso. Apareció también una foto que le había hecho en un viaje familiar a mi papá cuando yo tenía 14 años (es imagen que abre del libro) y ahí caí en la cuenta que nunca había vuelto adonde él vivió esos últimos años en los que aún veía.

Ese viaje se convirtió en varios viajes en los que fueron pasando algunas cosas. La casa de mi viejo no existía como tal, se había convertido en un caserón que nada tenía que ver con la precariedad en la que él vivía. Entonces empecé a caminar por la ruta y mirar lo que él había mirado tantas veces. A la vuelta del primer viaje tuve un corte en el ojo que no me dejó mirar la luz por más de una semana. “Tenés un tajo en el ojo” dijo el médico en la guardia oftalmológica. Un tajo por el que entraba tanta luz que no me dejaba ver. Mi amiga Sil Lozano me repitió lo que Spineta dijo cuando uno de sus hijos rompió un vidrio, ¡qué bueno por ahí van a poder entrar mariposas!. Al tiempo revelé el primer rollo del viaje, y la película salió transparente, sin ninguna imagen. El rollo nunca había corrido. Insistí. El siguiente viaje fui con tres cámaras, una polaroid que me prestó mi amiga Vero Mastrosimone, una de formato medio y una de 35mm. Volví con fotos y con una fiebre que me hizo alucinar. A la par, escribía, investigaba sobre las afecciones que lo habían dejado ciego, buscaba en la caja de fotos familiares, y con todo eso empezaba a poder ver lo que por años me había costado tanto. Mi propia ceguera. El autoexilio de mi papá, irse hacia adentro, desconectar, dejarse morir. Pero también las cosas que elegía, su amor por los caballos, su vida en la naturaleza, la percepción intacta que tenia de los lugares, su conexión con los animales.

Busqué también en los primeros rollos que había hecho al año siguiente de su muerte, esos en los que mi mirada estaba cerca del duelo, y encontré una foto, que incluí luego en el libro, que para mí habla mucho de la ausencia. En el suelo, la luz dibuja un espacio en medio de la oscuridad. Ahí entendí que las imágenes se adelantan. Aunque en ese momento vos no estés lista para entenderla, la imagen habla. Eso me parece mágico de la fotografía, su espera latente.

Me extendí, pero fueron muchos años de trabajo. El cierre fue cuando, del ultimo viaje, traje las cenizas de una fogata extinta que encontré en la puerta de su casa. Una forma de ritualizar la memoria y que terminó en el mar.

En 2018 comencé a pensar en traducir todo ese material al formato íntimo del libro. Había trabajado con todas las imágenes en los talleres de Adri Lestido, mi querida maestra y amiga, que fue guía para ir cada vez más profundo. Fueron tres años hasta volverlo libro, Fer Piderit fue aliada con la diagramación. Finalmente lo autopubliqué en la primavera de 2021, y una segunda tirada en otoño de 2022.

Punto ciego también encontró su nombre gracias a un poema, pero esta vez fue Juarroz. La poesía siempre me hace hogar.

¿En qué búsqueda estás ahora?

Ahora sigo haciendo fotos en los viajes, pero ya no viajo sola ni hacia los recuerdos. Lo frágil, es la recolección de los paisajes entre Tam y yo, mi amada compañera. Sigo preguntándole a la geografía sobre lo que siento.

¿Cómo se mira para fotografiar y que no sea solo una copia de un espacio?

El director de cine Win Wenders dice en el libro Los pixeles de Cézanne: El corazón es el que ve una imagen y la quiere retener. Supongo que, si se mira con sinceridad y de manera genuina, nunca es copia. Por otro lado, la fotografía nació con ese fin, no? reproducir de lo real. El tema es cuánto nos adentramos. “Ser lo que se mira” dic Adri (Lestido). Eso supone tomar un riesgo también, como mirarse al espejo. Perderse un poco.

¿Qué lugar tiene la sombra en tu mirada y cuál la luz?

La luz y la oscuridad son dos de las condiciones de la existencia, también para la fotografía. A eso se le suma el tiempo. Condiciones para cualquier forma vital, aunque no siempre estén en equilibrio. Supongo que de eso se trata ver, reconocerlas en cada momento.

Algunas de las maquetas antes de hacer la edición final de Punto ciego

En ‘Punto ciego’, Florencia Lo Re vuelve sobre los ojos de su padre para explorar, tras quince años de su muerte, los alrededores del paraje de campo donde vivió antes de quedar ciego. Suma en esa búsqueda algunos rastros del álbum familiar y breves apuntes de esos viajes, donde encuentra también algo de la pérdida

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Bio

Florencia Lo Re nace en 1982, es fotógrafa y docente. Su trabajo indaga en las relaciones posibles entre la memoria, los vínculos y el paisaje como geografía íntima.

Publicó punto ciego (2021), ensayo fotográfico sobre la ceguera de su padre, y A raíz desnuda (2013), diálogo visual sobre la naturaleza con Silvana Lozano. Ambas publicaciones independientes. Recibió la Beca de creación del Fondo Nacional de las artes (2019), obtuvo el Premio Especial del Fondo Nacional de las Artes (2022), el Primer Premio Estímulo Artes visuales Morón y el Tercer Premio en el Salón Nacional de Fotografía de Mercedes. Su obra participó en Premio Francisco Ayerza de la Academia Nacional de Bellas Artes en 2022 y 2023. Su trabajo punto ciego fue seleccionado para participar en el workshop de Graciela Iturbide en el X Festival Internacional de Fotografía de Valparaíso (Chile) y de la revisión de portfolio Festival de Fotógrafas Latinoamericanas (Brasil).

Participó en muestras individuales y colectivas en Alianza Francesa, Galería ArtexArte, Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes, Centro cultural Parque España (Rosario), Fotogalería Meridiano Cero, MuMo Museo Historico Municipal, Feria internacional del libro de fotografía de autor de Montevideo, Festival Imaginaria Brasil y FELIFA. Realizó la asistencia curatorial de la muestra antológica de Humberto Rivas en C.C.Recoleta en colaboración con Adriana Lauría (2014).

Como docente formó parte del Bachillerato popular de Villa 21/24 DDHH, dictó talleres en Universidad Nacional de Lomas de Zamora y en la Universidad Nacional de San Martín, entre otros.

Desde 2012 coordina el taller Constelación de imágenes y acompaña la realización de proyectos vinculados a la fotografía. Actualmente trabaja en la catalogación y cuidado del archivo fotográfico de Adriana Lestido, con quien se forma desde 2009.

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