Las superficies
Dos niños hacen sopapas sobre los vidrios con su boca,
las ventanas se empañan de aliento y quedan
huellas de manos y pegotes, palabras sordas
dichas contra los cristales.
Ninguno de ellos encontrará esa voz
nunca más. Ni coincidirán sus huellas digitales
con estas marcas de sus propias palmas
que se imprimen mientras miro hacia el patio.
Estos dos niños, pienso. Buscarán incansablemente el eco puro del balbuceo, mientras sus pelos estén enredados en otras cabezas, mientras sus salivas se vuelquen en otras lenguas, mientras sus manos ajusten sus propios cuellos con corbatas y negocios, con botones nacarados cerca de la tráquea.
El cuerpo guarda un desierto futuro, un rastro de arena antes de ser vidrio.
Soplemos, hijos, dentro de esta botella hasta hacerla estallar. Hundamos su pico en las orillas. Metamos el hocico dentro, quitemos los camellos de esta espalda que escribe mientras los ve crecer.